Magdalena
Zúñiga

(52)

“Yo terminé con Patricio, quien sería mi femicida, el 16 de noviembre de 2003. Él tenía conductas inapropiadas, me seguía, se quedaba afuera de mi casa. Cuando noté esto, traté de ofrecerle ayuda con un psiquiatra. Pasó un mes donde yo traté de no verlo más. Contando los días, desde que terminé con él hasta que pasó esto, suman un mes. Durante ese tiempo, él trató de volver conmigo, pero yo nunca acepté, yo lo tenía claro.

Todo ocurrió el día después de Navidad cuando fue a entregarme un regalo a mi casa. Yo estaba con mi hermana y mis hijos jugaban en el jardín del pasaje con sus amigos. Después de conversar un rato con él, siempre con mucho cuidado porque ya sabía que él no tenía conductas muy sanas, me dijo que se iba. Le fui a abrir el portón. Entonces me pidió que me acercara al auto, y pese a que yo le dije que no, me insistió. Voy y es ahí cuando abre el maletero, me apunta con una pistola y me tira un líquido.

“El día después de Navidad me quemaron viva”.

Lo primero que hago es arrancar a la casa de mi papá; si me devolvía a la mía estaba comprometiendo a mis hijos. Trato de saltar la reja del pasaje, pero Patricio era un hombre alto y fuerte: me toma con su mano y me baja. Me mira con cara de loco, saca una caja de fósforos y es ahí cuando caigo en cuenta de que me había tirado bencina. Lo que quería hacer era quemarme.

En ese momento sentí el fuego y, como quien explota algo, me empecé a quemar. Él arrancó, desapareció rápido del lugar. Mis vecinos me escucharon gritar, me ayudaron, me apagaron el fuego de encima y me llevaron a la posta. El mismo día él se mató dejando una carta en la que pedía perdón. La carta decía que se había vuelto loco, que no podía vivir sin mí, que él no quería que yo quedara viva.

Estuve dos meses en la Unidad de Cuidados Intensivos (UTI), en la Posta Central. Tuve que entrar 12 veces a pabellón y estuve dos años en rehabilitación con kinesiólogos y también con psicólogos y psiquiatras”.